Visitas

2,643

martes, 4 de noviembre de 2014

EL EXORCISMO DE ZABULON


     Se denomina exorcismo a la acción sobrenatural de expulsión, realizada contra una fuerza maligna, utilizando un método religioso para expulsar, sacar o apartar a dicho ente de la persona u objeto que se encuentra poseído por la entidad maligna.

    Estos entes dependiendo de las creencias de los implicados, pueden ser demonios, espíritus, brujos, etc. El objeto de la posesión puede ser una persona o animal, objetos e incluso lugares como pueblos o casas.

    La posesión puede ser total (el ente toma control de las funciones del poseído, puede moverse, hablar, etc., a través de la víctima) o parcial (en la que el ente utiliza al poseído para alguna actividad concreta, como los íncubos o súcubos, que mantienen relaciones sexuales con la víctima mientras ésta duerme).

   El padre José Antonio Fortea es un español que estudio Teología en la Universidad de Navarra y hoy en día es conocido como uno de los mejores exorcistas del mundo. Capaz de conjugar la teoría con la práctica del exorcismo, de descubrir a los posesos incluso por teléfono y de echar al diablo en unas cuantas sesiones.

    El padre Fortea viste sotana rigurosa por la admiración que siente hacia su trabajo. Considerado uno de los mejores demonólogos del momento, ha realizado ya más de veinte exorcismos. Dice que la presencia del Maligno es hoy más activa que nunca, porque la sociedad se ha paganizado y cada vez se practica más la brujería, la adivinación y el espiritismo, puerta de entrada de la posesión diabólica. Lucifer sigue muy presente en nuestra sociedad fundamentalmente a través del culto que le profesan sus adeptos o mediante la posesión diabólica que presentan ciertas personas. Además el diablo reafirma su presencia en este mundo por medio de la posesión. Se trata de un fenómeno sorprendente en virtud del cual el demonio invade el cuerpo de un hombre vivo y mueve sus órganos en su nombre y a su gusto, como si se tratase de su propio cuerpo, reside realmente en su interior, habla y lo trata como propiedad suya.

El exorcismo es un combate a muerte contra el diablo en nombre de Dios, en el que Satán siempre termina derrotado. Aunque éste consiga hacer cosas prodigiosas, como girar la cabeza del poseso 360 grados o hacerle reptar por el suelo como una serpiente. El exorcismo puede durar horas y horas, durante días o sólo un par de sesiones. Depende del diablo que haya que expulsar. El rito consiste en conjuros y oraciones a Dios. Los peores gritos y convulsiones se producen al inicio de la oración de conjuro. Durante el ritual, el exorcista es ayudado por cuatro o seis personas que sujetan al poseso. Éste escupe, grita y lanza terribles alaridos y risas malignas. A veces hay que atarlos. Algunos posesos muerden. Una vez liberado, el poseso queda normal, no recuerda el exorcismo para nada, además sienten un cansancio enorme.

Fortea está ya tan acostumbrado a tratar con posesos que los puede distinguir por signos: ponerse furioso por una oración o ante el agua bendita o el crucifijo; hablar o entender lenguas desconocidas; conocer cosas ocultas o distantes y mostrar fuerzas físicas más allá de la edad o condición. Las causas de la posesión pueden ser: el pacto con el diablo, asistir a sesiones espiritistas o a cultos satánicos, que un hijo haya sido ofrecido por su madre a Satanás, un maleficio.

Hay una historia que marco su vida y esa es la historia de Marta, así le dice el padre para no dar a conocer la identidad de la chica, la historia de esta muchacha empieza en el año 2001 cuando ella estaba al borde de la muerte en un hospital de España. Esta muchacha estuvo al borde de la muerte durante doce días mientras su madre no hacía más que rezar y rezar para que su hija viviera.

La enfermedad pasó. La joven volvió a su casa. La vida de aquella madre e hija que vivían solas debía haber vuelto a la normalidad. Pero no fue así. La madre comenzó a notar cosas extrañas. Ruidos, crujidos de difícil explicación recorrían la casa. Trató de no darle mayor importancia.

Un día estaban madre e hija juntas en el salón cuando la madre aterrada observó como su hija entraba en trance, se quedaba inmóvil y comenzaba a levitar. La madre no podía creer lo que estaba viendo. En ese momento comienza un peregrinaje eclesiástico. Muchos curas la rechazaron y la madre, por no tener ninguna solución comenzó a rezar al lado de su hija, pero cada vez que lo hacia su hija convulsionaba sobre la cama. Eran unas convulsiones terribles, pero la tragedia que iban a vivir sólo estaba comenzando.

    La vida continuó para ellas, una vida alterada en que lo paranormal se hacía presente cada día. Una vida en que la hija sólo podía rezar con esfuerzos titánicos, para caer finalmente en la pérdida de la consciencia primero y en los gritos después. Los meses siguieron transcurriendo. Al final y a través de un cúmulo de casualidades, supieron de un sacerdote que atendía casos de supuesta posesión. Esta madre desesperada después de muchos intentos logro hablar con este padre, le explicó su caso y el cura le dio fecha y hora para entrevistarlas. Cuando varios días después llegaron a la parroquia el cura las escucho, les hizo las preguntas pertinentes, Marta dio todos los signos de posesión.

    Marta y su madre, tras dos años, su tiempo de espera por fin había acabado. Tenían que viajar lejos, Pero a pesar de que cada sesión suponía un inmenso sacrificio, las sesiones de oración por Marta darían comienzo de inmediato y ya no se detendrían hasta que el demonio saliera.

    Así aquel sábado 2 de marzo de 2002, dieron comienzo las oraciones. Oraciones que pensaba que se prolongarían en todo caso dos o tres días más. Aquel día, Al poco de dar comienzo a las oraciones, le preguntaron al demonio que cuántos había dentro. Contestó que cinco. La chica presentaba los signos normales de posesión. Las cosas sagradas (crucifijos, agua bendita, santo crisma) le producían una profunda aversión que le llevaba a gritar y retorcerse. 



    Le preguntaron al demonio como había entrado y se resistió a responder, pero el cura insistió. Aquel demonio no quería hablar, pero Al final respondió. Aunque no se entendió nada. Era el nombre de un chico. La madre me dijo que era el nombre de un compañero de clase de su hija. Tras insistir la respuesta de ese demonio fue hechizo de muerte. La enfermedad que había padecido esta chica y que casi la había matado era el fruto de un hechizo que había llevado a cabo ese chico. Por las muchas oraciones de su madre Marta se había salvado, pero había quedado posesa. Normalmente este tipo de cosas no suceden aunque alguien haga un hechizo, pero cuando se invoca a estas fuerzas demoníacas cualquier cosa puede pasar.

A partir de entonces el cura, la chica y su madre tuvieron una sesión cada semana, de dos horas y media. Un día a la semana, durante toda la mañana, se encerraban en una capilla situada bajo el templo, una capilla bajo tierra y con paredes de hormigón, y oraban con fervor a Dios para que librara de aquel mal, la chica al acabar cada sesión no recordaba nada. Sólo tenía una vaga sensación como de haber pasado por una pesadilla.

Marta tenía cinco demonios en su cuerpo. El primer demonio se llamaba Fausto, la tercera perfidia, el penúltimo en salir Azabel, y el último, el más poderoso, Zabulón. Uno se marchó sin decir el nombre. Todos los demonios, menos el último, fueron saliendo uno a uno en un total de ocho sesiones. Quizá Fausto no era nombre de demonio, sino de un espíritu perdido o de un alma condenada.

Al seguir con las oraciones sabían que todavía quedaba un demonio. Zabulón. Cuando le ordenaban que besara una estampa de la Virgen le daba mordiscos. Sin embargo, a pesar de esta rebeldía, cuando le ordenaban beber el agua bendita en el nombre de Cristo, la bebía. Cuando se le ordenaba a Zabulón que repitiera versículos del prólogo del Evangelio de San Juan, lo hacía pero con rabia.

La verdad es que el que aquello se prolongara en el tiempo permitió a quienes lo vivían, ir invitando a distintos psiquiatras a que estudiaran el caso. Pocos catedráticos y prestigiosos especialistas pasaron por aquella capilla. Unos llegaban partiendo del hecho de que el espíritu no existía, otros no. Al final unos creían que aquello se podía explicar con categorías meramente psiquiátricas y otros no.

Las sesiones siguieron. Seguían y seguían, las semanas pasaban y pasaban, pero el último demonio no salía; aquello se estaba alargando mucho. En un momento dado el cura decidió preguntarle por qué no salía. Le ordeno en nombre de Jesús que respondiera, insistió en la pregunta. Finalmente dio una repuesta. De todas las respuestas que se hubieran podido ocurrir, ésta era la única que jamás se le habría ocurrido al cura. La respuesta fue: yo quiero salir. ¿¡Qué quería salir!? el padre no entendía nada. ¿Él quería salir? Con la cabeza hecha un lío le preguntaron al demonio que, entonces, por qué no salía. Él no quería responder. Y si la primera respuesta había sido la respuesta más desconcertante la segunda respuesta iba ser todavía más desconcertante. Si la primera era un enigma, la segunda era un enigma elevado al cubo. ¡Dios no me deja!, dijo finalmente el demonio.

A la pregunta de por qué no salía, la respuesta había sido: yo quiero salir. A la pregunta de por qué entonces no salía la respuesta era: Dios no me deja. Aquello era el mundo al revés. El sacerdote tratando de hacer salir al demonio, el demonio queriendo salir y Dios que no le dejaba salir. Desde luego el demonio quería salir porque bien que gritaba y aullaba. Estaba atormentado durante meses. El cura, aun no entendiendo nada, No se le ocurrió más que llevarlo al sagrario, justo delante del Santísimo Sacramento. Y allí, hacerle la pregunta lógica, la pregunta que evidentemente debía seguir a las dos afirmaciones previas: ¿por qué Dios no te deja salir? para que se conciencien contesto.

De pronto todo tenía sentido para ellos: las respuestas anteriores, lo mucho que se estaba prolongando el caso. Todo, absolutamente todo, tenía ya sentido. El demonio estaba sufriendo desde hacía meses, él quería salir. Pero Dios no le dejaba salir todavía porque estaba usando este caso para comenzar un proceso de concienciación de la gente. Para que la gente concienciase que el demonio existía, de que existían en el siglo XXI las posesiones y que la Iglesia tenía el poder de exorcizar.

Después de pasar mucho tiempo y viendo que nada funcionaba, el sacerdote decide darle de comulgar a la poseída. Se reviste con una estola, va hacia el Sagrario y se coloca a los pies de la endemoniada. Coge una ostia y la levanta en alto. La endemoniada, tendida en el suelo, boca arriba, cambia la expresión de su rostro, es todo terror y comienza a arrastrarse hacia atrás, para alejarse lo más posible del sacerdote. Repta boca arriba con los mismos movimientos de un lagarto. Entonces, en nombre de Cristo, presente en la hostia, el sacerdote le ordena que se arrodille diciéndole: "Ante el nombre de Cristo, toda rodilla se doble". Zabulón-Marta, tras una cierta resistencia, se arrodilla.

El Padre Fortea insiste y, tras varios intentos, Zabulón tiene que obedecer y abre la boca. La hostia permanece en la lengua de Marta, quien mantiene la boca abierta durante varios minutos. Se niega a tragarla. Mientras tanto, Zabulón emite gritos, y el cuerpo de Marta se convulsiona. Pasados unos minutos, y tras las órdenes, tanto del exorcista como de la madre, para que tragara, la hostia entró en el cuerpo de Marta.

Entonces se produjo la mayor de las convulsiones de toda la sesión. Gritos, alaridos, gemidos, zarpas, movimientos acelerados del cuerpo. Varios minutos de tensión máxima. Prosigue el exorcismo. Marta se incorpora con la ayuda del exorcista y de su madre. Caminan y, antes de llegar al Sagrario, pasan por delante de una imagen gótica de la Virgen María. Marta, por fin, es libre.

Caridad Rodríguez
Crónica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario